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La independencia del auditor



Una de las principales características y cualidades de las que debe gozar un auditor, es la independencia frente a su auditado.

El auditor debe gozar de absoluta independencia para poder opinar y conceptuar sin el riesgo de que su concepto u opinión resulte viciada de algún modo. 

Se debe evitar cualquier conflicto de intereses que pueda llevar al auditor a comprometer su credibilidad y confianza a la hora de cumplir con sus labores. 

Se debe evitar todo elemento o circunstancia que pueda en un momento dado parcializar o sesgar la actuación del auditor.



Estas condiciones se deben cumplir con más cuidado cuando se trata de un auditor externo o un revisor fiscal, puesto que su naturaleza exige completa objetividad de quien realiza las funciones que le fueron encomendadas.


De ahí que los revisores fiscales o los auditores externos no pueden ser vinculados mediante contrato laboral, puesto que ello supondría una subordinación, lo que le haría perder independencia al auditor. Ni el revisor fiscal ni el auditor externo pueden depender en absoluto del gerente, por ejemplo.

Se pierde independencia también cuando se ha llegado a una empresa por recomendaciones, por ser amigo o familiar de alguien de la junta directiva o de un socio. Aunque en nuestro medio es casi imposible llegar como auditor externo o revisor fiscal sino se cuenta con una influencia desde dentro de la empresa, costumbre muy extendida lamentablemente.

Quizás esa falta de independencia ha llevado a que muchos aboguen por la eliminación de la figura de la revisoría fiscal, pues consideran que esta no cumple con el objetivo para lo cual fue creada, y buena parte de ese incumplimiento es originado precisamente en la falta de independencia del revisor fiscal a la hora de proceder.

Una razón muy frecuente y poco considerada por la que el auditor externo o el revisor fiscal pierden independencia, es por el factor económico. Algunas empresas, si el revisor fiscal no accede a sus pretensiones simplemente contratan otro, entonces nuestro contador por temor a quedar sin empleo, y sabiendo que lo que él no hace seguramente otro lo hará, decide acceder a las exigencias de la empresa, siendo permisivo e indiferente ante situaciones irregulares sucedidas en la empresa.

Mantener la independencia cuesta caro, pero por el futuro de nuestra profesión debemos hacer lo posible por cumplir con las obligaciones que nos ha impuesto la ley y confiado la sociedad.

Fuente : http://www.gerencie.com/

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